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La Narcoguerra/ XII

La autoridad dice que existen 100 mil adictos; los especialistas, 200 mil

Al amparo de la policía, el cristal envenena a miles de tijuanenses

En dos décadas se disparó el consumo de drogas duras; 85 por ciento usa ese derivado

Al principio fue negocio de narcomenudistas; hoy lo controla el crimen organizado

El narcotráfico adquirió mayor relevancia en esta frontera con el ingreso de nuevas sustancias. Con la aparición de la droga de los pobres crecieron el consumo y el número de adictos. Especialistas lo consideran negocio redondo para las autoridades, ya que si bien combaten a la delincuencia organizada, a la vez autorizan empresas que surten de materias primas a quienes cocinan el cristal

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Pobreza y marginación, campo fértil para el incremento del narcotráfico en la frontera de Baja CaliforniaFoto Notimex
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En Tijuana, Baja California, el consumo de drogas se ha incrementado en forma considerable. En la imagen, cerca de la zona del río, El Zacatecas inyecta una dosis de heroína a El Lágrimas, de 42 años de edad, quien fue deportado de Estados Unidos en 1996Foto Ap
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Periódico La Jornada
, p. 8

Tijuana, BC. Si bien es difícil precisar el número de personas que usan drogas sintéticas –las autoridades hablan de casi 100 mil y los especialistas de 200 mil–, especialmente de cristal, el consumo en esta frontera se ha convertido en grave problema de salud pública y detonante de la violencia.

Varios especialistas aseguran que ésta es una de las metrópolis que, proporcionalmente, tendrían el mayor número de adictos en todo el país.

Los consumidores se incrementan y los puntos de venta también. Eso cualquier individuo lo sabe en colonias populares como la Sánchez Taboada, Otay, Zona Norte, El Pípila, Los Floridos 1, 2, 3, y 4, y Mariano Matamoros. Y en esos sitios, nadie ajeno a los habitantes, ni siquiera la policía, puede entrar durante la noche, a riesgo de poner en juego la vida.

Somos muy pocos a los que aún no nos llama la Santa Muerte

“La gente se está volviendo loca… ¡pirata! En el aire se siente la presión, la violencia”, afirma El Ángel, un tijuanense cincuentón, quien confiesa: “Le he metido a todo; es duro sobrevivir. Contados con los dedos, somos muy pocos a los que aún no nos llama la Santa Muerte… pero las cosas están cada vez peor”. Sus palabras confirman el viaje.

La franja fronteriza septentrional de México abonó, en las dos décadas más recientes, un campo de cultivo para el consumo de drogas duras, en particular la más dañina para el ser humano: el cristal.

De ser un negocio de narcomenudeo, dominado por la delincuencia común, pasó a manos del crimen organizado, que asumió el control corporativo de la producción y distribución de la droga con la finalidad de absorber incalculables ganancias.

A los grupos de narcotraficantes no les escasea el flujo de dinero para comprar, distorsionar y corromper con extrema facilidad a las autoridades, alertan desde los más distintos sectores de la sociedad.

“Todos los días vemos con resignación, y preocupados por nuestros hijos, cómo la venta de cristal es común en cualquier parte y a cualquier hora. Me da miedo decirlo, pero esperamos que la violencia se desate y debemos estar preparados, porque nuestro problema ya no es sólo el paso de la cocaína. Ahora hay miles de adictos”, revela Esmeralda Siu, de la Casa del Migrante.

“Mientras no se regule, controle y acote el paso libre de armas y el manejo de recursos económicos, la guerra del gobierno mexicano, que involucra al Ejército y a la Marina, no tendrá una salida eficaz, porque las bandas de delincuentes siguen reclutando en sus filas a jóvenes o a personas que se venden por dinero o por obtener cristal”, afirma el presidente del Colegio de la Frontera Norte, Tonatiuh Guillén.

Para el informe 2008, relacionado con la incidencia y el consumo de drogas en el país, elaborado por el Consejo Nacional contra las Adicciones (Conadic), la autoridad federal descartó realizar encuestas en Baja California y Sinaloa, con el argumento de que el despliegue de los operativos policiacos y militares inhibiría la participación de la gente.

Para adoptar esa postura no se analizó la historia de consumo de drogas en Tijuana.

En esta ciudad, a principios de los años 90 del siglo XX, la venta de drogas en vía pública se convirtió en una actividad económica relevante. Entre 1993 y 1994 ingresaron al mercado nuevas drogas sintéticas. La seudoefedrina y la efedrina, cuyo derivado son las metanfetaminas, indispensables para producir cristal.

En las más de 700 colonias y barrios populares de esta ciudad, se escribe una historia fatal para la salud de miles de personas. El consumo de cristal dañará sin remedio órganos vitales, como cerebro, riñones e hígado de los adictos.

Tal crecimiento en el consumo de cristal forma parte de una cadena de complicidades, en la cual sobresale el papel permisivo de las autoridades.

“Es el negocio redondo del gobierno. Por un lado, combate la delincuencia y el narcotráfico, y por otro, autoriza negocios que son los que surten de materia prima a los productores, para que después distribuyan la droga en las ‘tienditas’ de la ciudad. Las autoridades federales, estatales y municipales tienen una complicidad enorme en el negocio del tráfico de drogas en las calles”, refiere Víctor Clark, profesor de la Universidad Estatal de San Diego, California, y coordinador del Centro Binacional de Derechos Humanos.

La venta de drogas a 200 mil personas cada día se convirtió en un mercado en expansión, porque el cristal, llamada la droga de los pobres –se calcula que 85 por ciento consume ésta–, tiene dos virtudes: es muy barata en el mercado, la dosis mínima sigue costando 50 pesos, y eso genera una febril actividad económica en todas las colonias de la ciudad donde se vende, documenta el doctor Clark.

Ejército de ladrones

Tal cantidad de adictos –cifra que crece cada día– incorporó al mercado a jóvenes dependientes y, en consecuencia, delincuentes dedicados a robar para mantener su vicio, porque para satisfacer sus necesidades de cristal ocupan de tres a cinco dosis diarias.

Ellos se han convertido en un ejército que arrasa con todo lo ofertable en la ciudad, ya sean recogedores de basura, tanques de gas, baterías para automóvil, ropa de los vecinos, relojes, carteras o hurto a vehículos, cristalería, computadoras. Todo, todo roban.

El Jimmy Castillo forma parte activa de ese ejército de adictos, que hoy amenaza la seguridad pública en Tijuana. Apenas abandonó la pubertad, se transformó en experto en el manejo y consumo de drogas.

“¡A mí me está comiendo el cerebro, me hace ilusionar cosas que no existen y eso me relaja…! Tijuana está para llorar, porque hay órdenes para los mañosos de que todo lo que huela a Los Aretes debe morir, pero también hay orden de que todo lo que huela al Chapo debe morir. ¿Y sabes cuál es el problema? Que ahí vienen Los Aretes y viene El Chapo”. Se refiere al viejo enfrentamiento entre los dos cárteles, que es la comidilla diaria en el bajo mundo.

La persona adicta a inhalar o a la toma de cristal, a diferencia de quienes consumen mariguana o cocaína, es sumamente agresiva y violenta; padece alucinaciones, delirio de persecución y esquizofrenia, de acuerdo con estudios realizados por especialistas.

“Tengo 27 años, la mitad la he pasado encerrado en la cárcel; es duro, bato, pero a eso estoy condenado para siempre porque me agarraron los de la CIA y me colocaron un chip aquí, en la cabeza… eh bato, pásame un billetito ¿no?”, reclama El Bicho, un hombre en edad productiva  atormentado por la urgencia de conseguir su dosis diaria de cristal.

Sobre la avenida Revolución, también en calles aledañas a la margen del río, a cualquier hora del día o de la noche se observan filas de personas de diferente estatus social –como en un supermercado, taquería o taquilla de cine– para comprar globitos (pequeñas bolsas de plástico con porciones de un gramo de cristal) a narcomenudistas, quienes, parapetados en sitios fijos, han conseguido mantener una clientela cautiva.

Para ese sector de la sociedad, el Estado no ofrece alternativas de recuperación. Los Centros de Integración Juvenil –financiados con recursos públicos para tratar el tema de las adicciones– tienen 29 camas. Por el contrario, desde 1994, organizaciones sociales no gubernamentales han instalado 150 centros en la ciudad, con capacidad de 5 mil camas.

A esto se suma que Tijuana,  para la dimensión de su territorio y su población sólo requiere de 400 farmacias; sin embargo, operan mil 400.

Al preguntar a tres productores de cristal de dónde obtienen la materia prima, todos aseguraron que de las farmacias, establecimientos autorizados por el gobierno del estado, por conducto de la Secretaría de Salud, y por el municipal en lo que se refiere al uso del suelo.

La seudoefedrina la filtran del Efedrin, Nusifed o Actifed, medicamentos no controlados para tratar la gripe y la tos.

Ausencia de liderazgos

El negocio del narcomenudeo se movía sin liderazgos. Todavía hace dos años, delincuentes comunes controlaban una calle o una tiendita. En 2007, se calculó que en Tijuana había más de 4 mil narcotienditas.

En razón de esa ausencia de liderazgos, los policías eran quienes tradicionalmente cobraban protección a los distribuidores, unos 100 dólares diarios, en promedio. Dinero que iba a dar lo mismo a agentes federales que estatales o municipales, y a su vez a los jefes, y suponemos que a la clase política, porque eran miles de dólares, refiere el doctor Clark.

“La guerra entre los cárteles de los Arellano Félix y de Joaquín El Chapo Guzmán ya corporativizó el narcomenudeo, y los sicarios comenzaron a cobrar derecho de piso a las narcotienditas.

Aún se ve a los policías realizando recorridos para cobrar el dinero. La diferencia es que ahora esos agentes trabajan para la delincuencia organizada.

Cocinero de bajo perfil

El negocio es incalculable. Gustavo es un cocinero de cristal. Cuando se le pregunta si le gustaría cocinar más para crecer en el negocio, responde lacónico: “¿Para qué quiero crecer? ¿Para qué? Sí sólo cocino tres veces al año y gano 150 mil dólares, ¿para qué? Si crezco me voy a volver muy visible, muy buscado, me van a presionar. Mejor sigo así, con bajo perfil.”