SABADO Ť 7 Ť JULIO Ť 2001
Ť La obra del artista brasileño desplaza la ley de la economía de que ''todo tiene precio''
Serie palíndromo, de Tunga, abrió la fiesta por los 10 años del Marco
Ť ''Maneja una extrema inestabilidad'', dice Carlos Basualdo, curador de la exposición
Ť Imanes y pequeños objetos de cristal, entre otros, ocupan cuatro salas del recinto
RENATO RAVELO ENVIADO
Monterrey, NL, 6 de julio. Tunga es el nombre de un gusano del nordeste de Brasil, es un apodo, el que asumió el artista plástico Antonio José de Barros de Carvalho para ejercer su derecho a la expresión que se caracteriza, en palabras de Carlos Basualdo, por ''un desplazamiento perpetuo del significante y con ello de la ley de la economía que establece: todo tiene un precio''.
Con su exposición Serie palíndromo, Tunga inició los festejos por los diez años del Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey, el Marco, en una propuesta visual que invade el ánimo de un sentimiento de continuidad.
Antes de que se abriera la muestra, que estuvo acompañada por tres performances, Basualdo habló sobre el artista brasileño nacido en Pernambuco, en 1952, que es uno de los principales creadores plásticos de su país.
Poco antes de que Nina Zambrano, Ramiro Martínez, Alfonso González Migoya y Basualdo dieran por inaugurada la exposición, el curador en jefe del Wexner Art Center de Columbus explicó que Tunga maneja una ''extrema inestabilidad'', sin diferenciación entre los ámbitos ético y estético.
La trasmutación, presente
La obra de Tunga, sostuvo el curador, ''genera no sólo la sensación de que todas sus piezas tienen relación entre sí o son extensiones de un mismo discurso, sino que en ellas también está presente la transformación o la trasmutación''.
En cuatro salas del Marco esto se explica escénicamente. Una serie de campanas de cristal reciben al visitante. Algunas están rotas y en el piso metros de franela evocan el límite que no se debe pisar. Hay imanes tirados.
Atrás, sobre una pantalla, se proyecta una cinta de un hombre que sube una escalera de piedra y no termina de hacerlo.
En otro segmento, figuras de cristal que evocan utensilios, campanas o probetas yacen aparentemente en simetría. Cuando el espectador intenta corroborarlo, la pequeña luz que las ilumina perturba un poco la vista: no es posible ver el equilibrio, sugiere entre muchas cosas el artista plástico.
En la otra sala, los mismos recursos: imanes pequeños, objetos de cristal, oscuridad, metros de una especie de frontera de franela y una cinta en la que un hombre baja en elevador sin llegar nunca.
El ánimo, sin embargo, se ve más abrasado en la sala que está detrás de éstas, quizá por la iluminación en rojo, por la evocación de nuevo de la simetría imposible entre dos campanas de cobre, porque una tiene imanes con formas lisas y otra como esponjas que atraen más, o tal vez por ese desamparado pedazo de imán que yace entre los dos extremos que une un tubo, que semeja un puente y evoca un abismo.
ƑEscapar del mercado?
Para Basualdo lo que Tunga intenta es llevar de la trenza de cabello al atardecer, de la sangre al vino y justamente en los performances que se elaboran como parte de la exposición, los hombres tejen.
Y en la siguiente sala un video con expresiones absurdas, pero creíbles y una mujer desnuda se esconde detrás de un cántaro; y dos niñas son siamesas porque el pelo les creció junto y así andan por las imágenes que se proyectan en la pantalla, pero lo hacen con cierta alegría callada, asumida; y otras dos niñas circulan por la sala igualmente unidas, en otro de los performances.
Tunga el mago ya ha expuesto en los principales museos de Estados Unidos, pero todavía no está cotizado, asegura Basualdo, quien por segunda vez en siete años está a cargo de la curaduría de la exposición.
Difícilmente se podría comparar esa escena que invade la sala siguiente. Ahora son tres, pero esta vez son como dedales gigantes y hay trenzas en el suelo e imanes pegados como moscas a un perro muerto, o como la piel de un durazno que pudieran ser las hojas de cobre.
Las piezas de tres toneladas dificilmente tendrían cabida por el momento en una colección, porque Tunga pareciera correr para no ser alcanzado por el mercado, que a su vez lo sigue paralelo en espera quizá de un giro caprichoso.
Con Serie palíndromo, muestra que en nada se parece a la (de arte figurativo) que inauguró el Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey hace diez años, empezó sus celebraciones ese recinto que por cierto congregó a cientos de jóvenes en la apertura, con su curiosidad, con su brillo de sorpresa en la mirada.