México D.F. Miércoles 20 de agosto de 2003
Arnoldo Kraus
Tolerancia: unas palabras inútiles
Este siglo xxi huele mal. Este siglo xxi no ha leído a Sócrates: "Es mejor sufrir la injusticia que cometerla". Este siglo xxi se ha pintado de Irak, del conflicto entre palestinos e israelíes, de la pandemia del síndrome de inmunodeficiencia adquirida, del incremento del neonazismo y de muchos otros tropiezos que vindican la intolerancia y sepultan la razón. Este siglo xxi es decimonónico y en estos tiempos la tolerancia es, a la vez, vacío y urgencia.
Hablar de ella es fácil; ejercerla, imposible. Nin-gún filósofo ha explicado claramente sus límites. Quizás porque a pesar de ser un bien necesario y un término recurrente -la Organización de Naciones Unidas incluye dentro de "sus días" el de la tolerancia- el concepto tolerancia escapa a toda definición. Quizás porque a pesar de que la intolerancia siempre ha estado presente, la civilización y la riqueza, en lugar de sembrar aceptación, han incrementado distancias y diferencias entre las personas, lo cual, por supuesto, ha aumentado más las distancias.
El problema insalvable es que no existe definición universal y que en el mismo ejercicio de la tolerancia yace "una trampa" difícil de sortear: Ƒes posible tolerar la intolerancia? ƑHasta dónde el concepto propio de tolerancia es válido para otros individuos? La homosexualidad es un ejemplo claro y universal de ese empantanamiento de la moral y de la tolerancia. Nadie discute que los heterosexuales tengan derecho a ser lo que son, mientras que en muchos países a los homosexuales se les niega ese "derecho" -el solo hecho de hablar de "derecho" implica intolerancia. A nadie se le asesina ni se le impide entrar en balnearios por ser heterosexual, ni a ningún sacerdote se le cuestiona el derecho de serlo cuando se es heterosexual. Lo "normal", ser heterosexual, no es lo "normal" para la población gay. Ergo, lo que es normal para unos no es ni bueno ni malo, sólo es una idea propia que no debe cancelar otras posibilidades.
En el rubro tolerancia el fracaso es estrepitoso y universal: políticos, profesores, intelectuales, sociedad civil, individuos. La idea de Sócrates, vinculada con la tolerancia, no debe leerse como una declaración religiosa, sino como un concepto que le permita al individuo exponerse e intercambiarse, en situaciones de amenaza, peligro, desigualdad o diferencia por "el otro".
La idea socrática exalta dignidad y entereza. Apela a la conciencia y combina las circunstancias propias con las ajenas; sabe que lo propio correrá por malos caminos si lo externo padece injusticia o es objeto de humillación, de desprecio. Entiende, a la vez, que la justicia o es un fenómeno universal o simplemente no es. Lo mismo sucede con la tolerancia.
Quizá sea válido decir que la ética, la ética propia, y la mirada que se tiene de "uno mismo" sean los mejores brazos con los que puede contar la tolerancia. La ética, comportarse con "los otros" en forma similar con la que me comporto conmigo mismo y con "los propios", y la autocrítica, aprender a juzgarse para luego insertarse en el mundo, son instrumentos que conforman a las personas "sanas" y que les permite, o no, ser tolerantes.
La tolerancia requiere también aceptar la propia falibilidad. Sí ésta se asume -es decir, si uno "tolera" sus propios errores- es probable que se comprendan más fácilmente los yerros de otros y que se entienda que las debilidades propias pueden y son similares a las de los semejantes.
Otro problema inherente a la tolerancia es el "problema de la verdad". Es obvio que no existe una verdad universal y que lo que es válido para uno puede no serlo para otro. La verdad de Blair y Bush no era la de Hussein: Ƒqué hacer?, Ƒacaso se puede hacer "algo"?
Los versos de Jenófanes ilustran bien esa diatriba, esa verdad insalvable:
Pero respecto a la verdad certera, nadie la conoce,/ Ni la conocerá; ni acerca de los dioses,/ ni sobre todas las cosas de las que hablo./ E incluso si por azar llegásemos a expresar/ La verdad perfecta, no la sabríamos:/ pues todo no es sino un entramado de conjeturas.
Jenófanes tiene razón: la verdad no es universal y muchas veces no se puede comprobar. De hecho, la tolerancia ni siquiera debería preocuparse por lograr que las verdades sean "universales".
Tolerancia implica, inter alia, ética, autocrítica, verdad, entender la falibilidad y acercarse a la otredad. Un menú demasiado complejo para el ser humano. Un platillo indigerible que conlleva escepticismo y que (casi) no abre puertas. Un entramado de virtudes que, en ocasiones, con suerte, corre por caminos paralelos, pero que nunca se entrecruza.
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