México D.F. Miércoles 20 de agosto de 2003
Néstor Bravo Pérez
Arte y transición (Ƒhacia dónde?)
El pretendido tránsito a la democracia que suponemos se lleva a cabo en México a partir del triunfo de Vicente Fox y de la derecha representada por el Partido Acción Nacional muestra más bien un proceso que, hasta ahora, nos está llevando a un alto nivel de incertidumbre.
Esto sucede en un momento en que la población, en su gran mayoría, exige participación y espacios para manifestarse; la intención es que sea de manera democrática, con la salvedad de que la experiencia en estos menesteres en nuestro país, me parece, aún no existe y no se ha logrado conformar espacios democráticos reales, ni se alcanza a observar el momento en que esto sea posible.
Sería importante reconocer que en todo intento de transición, la democracia apela a la educación como estrategia fundamental para lograr sus propósitos, la apuesta por esta línea obliga a la investigación y al reconocimiento del territorio en que se está viviendo. En ese sentido, la relación entre cultura y educación tiene que revisarse con detenimiento, además de contemplar dos aspectos para tener mayor claridad respecto de la producción simbólica en México, a saber: el mercado y las políticas culturales de Estado.
La modernización económica en México abrió los mercados; recibimos mercancías de todas partes del mundo, alimentos, automóviles, ropa; también arte. El acceso a la producción simbólica de otras partes del mundo no es algo promovido por la modernización reciente; ha habido otros acercamientos, me atrevería a decir que de carácter más o menos libertario, movimientos sociales, información filosófica, pensamientos religiosos, posturas estéticas.
En el caso particular de la creación artística en México se muestra una realidad cambiante, que intenta acoplarse y adaptarse, que trata de involucrarse en las fluctuaciones del mercado del arte, de la distribución de éste a escala internacional.
Han emergido diferentes discursos, se han generado nuevas perspectivas en la producción artística y en el ámbito de la enseñanza, siempre afectadas por lo que pasa en el entorno.
De tal manera, las escuelas de arte pueden observarse como consecuencia de las especulaciones del mercado, lo que genera cierta actitud clientelista, en lugar de preocuparse por establecer y definir estrategias provenientes de una investigación que le permita reconocer sus propias necesidades. De algún modo el Instituto Nacional de Bellas Artes se ha convertido en un administrador de la cultura, más que en institución abocada a promover la construcción de proyectos de enseñanza.
Lo que se genera en los museos mediante los criterios curatoriales y lo que establece el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes con sus principios
de selección para otorgar becas (que de alguna manera oscariza el auspicio a proyectos) parece obedecer más a una ley de oferta y demanda que a una política de Estado, que a una política social. La idea de que en un territorio dado promueve la plusvalía de lo que se produce en un entorno cultural específico ha perdido carácter en México, me parece que esto sucede en todos los países, es decir, existe un desarraigo en términos culturales como fenómeno mundial, sin embargo, no deja de sorprender que en este afán de asimilar subjetivizando, se pierda tanto territorio. Tal parece que lo que permitirá la creación sea viable sólo por medio de una actitud nómada.
Se ha llegado a afirmar que para poder transitar por los programas actuales en la producción plástica, propuestos tanto por el Estado como por las líneas del mercado, deberíamos perder nuestro espacio cultural.
Eso significa que si queremos desarrollar una revisión de lo que pasa en nuestro entorno social o político, desde una perspectiva estética, deberemos hacerlo adquiriendo el paquete de propuestas generadas en otros espacios que están bastante distantes de nuestra realidad, o de plano, si así lo amerita el criterio curatorial, olvidarnos de lo que sucede en nuestro país y acceder alegremente al ámbito internacional.
La transición de la que tanto se habla parece afectar en la cultura y en la educación de la misma manera que en la economía, es decir, parece que se trata de una transición hacia la crisis.
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